Pocos edificios tienen una fama tan merecida como la del Panteón. Si se está en Roma, su visita es obligada. Preferentemente varias veces al día porque la luz baña el interior de forma diferente y todas son espectaculares.
El Panteón está en el centro de la ciudad, entre calles estrechas, en la Plaza de la Rotonda. No está muy clara cuál era su función aunque por el nombre entendemos que era un templo religioso dedicado a todos los Dioses.
El edificio original es de época de Agripa (año 27 a.C.) pero fue destruido por el fuego y Adriano mando construir uno nuevo, el que visitamos, aunque manteniendo como autor a Agripa, tal como aparece en el friso corrido de la fachada. Por tanto, su construcción es del 118 al 125.
La organización espacial es sencilla pues consta de un pórtico, similar a un templo griego octástilo, períptero y corintio, pero desde el cual se accede a un espacio interior circular, de enormes proporciones, que tiene 43 metros de ancho y de alto. Vamos, una esfera casi perfecta.
Lo más impresionante del edificio es sin duda la cubierta: la cúpula semiesférica, enorme, que se ha mantenido en pie desde hace más de mil ochocientos años. Resolver el problema de la cúpula es la mejor muestra para calificar la arquitectura romana de funcional, estética y original. Hay dos factores importantes que explican el éxito constructivo: por una parte están los materiales. Nada de piedra pesada. El alma de este edificio es el hormigón con piedra volcánica que le aporta ligereza e impermeabilidad. ¡Genial! El mármol lo dejaron para revestir un material tan feo y pobre. Comprobaréis que ya no queda en el exterior. Por otra parte están las soluciones técnicas como, por ejemplo, construir una cúpula con un grosor cada vez menor a medida que se aproxima al óculo. Esta abertura de 6 metros de diámetro aligera, considerablemente, el peso en el punto más alto y central. Además, las filas de cuarterones en la superficie interior de la cúpula también le quita espesor , peso y facilita que el ojo humano vea la esfericidad de la superficie pues, si no estuviesen, parecería aplanada.
El óculo es la fuente principal de luz que funciona como un foco cuya intensidad y situación varían con las horas del día. Cuando uno se sitúa bajo el óculo y abarca con la vista el espacio siente que está en el centro de algo grande.
Este edificio alberga monumentos y restos de grandes figuras como los de Rafael o Víctor Manuel II, rey de Italia.